terapia con perros

¿POR QUÉ SE UTILIZAN LOS PERROS EN TERAPIA?

 

La terapia con animales es la terapia del “Darse Cuenta”, se utilizan los animales como co-terapeutas para que el cliente se conozca, manifieste y aprenda a través de ellos; aprender a través del otro o de la otra.

La principal función del animal es actuar de espejo y de catalizador de las emociones, nos ayuda a ver todo lo que nos está ocurriendo en el aquí y el ahora con ella o con él. Obliga a salir al cliente de sí mismo o de sí misma, a confiar en el can y por tanto a confiar en sí misma o sí mismo.

Una sesión de Gestalt Asistida con Perros se realiza desde una perspectiva holística/global, teniendo en cuenta no solo el orgánico sino también el entorno. Todos los participantes de la terapia (terapeuta, cliente, monitor del animal si fuera necesario, animal…) están influyendo y siendo influenciados por la situación; el animal va a ayudar a mostrar, a ver y sobre todo a sentir.

Esta terapia ayuda a reajustar el autoconcepto hacia una versión más sana de la persona, eleva la autoestima, mejora la autoimagen, fomenta una mayor conciencia corporal y desarrolla el lenguaje corporal para un uso más sano y liberador en las interacciones con el mundo. Colabora a un mejor manejo de los impulsos y emociones desagradables, desarrolla la capacidad de poner límites y ser asertiva, mejora la relación con la autoridad, ayuda a conocer los propios miedos para escuchar el mensaje, y la función que tiene aprovecharlos en beneficio propios. Mejora la comunicación y aumenta la motivación como motor vital, mejora la empatía, la concentración, la atención y la memoria, fomenta la autonomía y superación personal, fomenta la responsabilidad sobre decisión y acciones.

Nos hace contactar con la naturaleza, que siempre es saludable, y nos proporciona la posibilidad de contactar con nuestra propia naturaleza salvaje, nuestro instinto, despertando nuestros sentidos en su concepción más amplia, que a veces tenemos “dormidos o domesticados” por introyecciones, que nos hace revolvernos hasta que nos detenemos a escucharlas, para transformarlas y asimilarlas de forma acorde con nuestra propia naturaleza.

La función social que adquiere la relación de una persona con el animal es muy potente, ya que la forma en la que nos relacionamos con ellos y con ellas, es la forma en la que nos movemos con el mundo, es por tanto a través de esta proyección, que podemos ir dando forma a la experiencia de asimilación de nuevos recursos más sanos. Adiestramos al can para adiestrarnos a nosotros mismos, jugamos con él o con ella y aprendemos a disfrutar de la vida, le queremos y la queremos por nuestra necesidad de ser queridos.

El animal nos ofrece su aceptación incondicional, sin juicios, nos acepta tal cual somos, sin importarle nuestro aspecto físico, nuestros orígenes, ni nada mas de nuestra vida que nuestra presencia en el momento, nuestra esencia.

Nos transmiten fortaleza, lealtad, libertad, paz, sosiego, el gusto por la vida, sociabilidad, juego… simplemente por estar, no por “ser”.

Nos proporcionan su presencia física, su tamaño, su olor, su suavidad, su calor… Nos obligan a estar muy presentes, activos y concentrados en el presente.

Nos informan que los problemas que surgen en la relación con ellos y con ellas siempre tienen que ver con cómo estamos, son el espejo de nosotros mismos y de nosotras mismas, es por ello que tenemos que tener muy claras las cosas antes de interactuar con ellos y con ellas. Nos exigen saber qué queremos de ellos y de ellas, estar claras y claros y conscientes, conocer nuestras limitaciones, nuestras carencias, nuestras formas de contactar con el mundo en general, nos exigen disciplina y firmeza para poder respondernos y ofrecernos lo que estamos pidiendo, siendo imposible obtenerlos de otra manera. Tenemos que conocer nuestra necesidad de forma clara para poderles transmitir información, órdenes y límites claros.

Nos exigen llevarles con el corazón y con la cabeza, no con la fuerza. Nos exigen respetar su ritmo para que puedan ayudar al cliente a obtener su ritmo propio.

Nos demandan tranquilidad y relajación en su trato, y respeto de su espacio vital y de su ritmo, desvelándonos con ello el nuestro propio, e invitándonos a respetar el proceso natural de las cosas. Igualmente nos demandan comunicación a través de nuevos canales, lo que nos ayuda a desarrollar nuestras aptitudes y a despertar nuestros sentidos.

Nos enseñan de la necesidad de les demás y de la vida armónica en sociedad a la vez que de nuestra autonomía y responsabilidad. Paciencia con elles y nosotres mismes para llegar a coordinarnos y obtener lo mejor y más sano para ambos en esta relación.

Nos ayudan a fluir en la vida, con lo que hay, y a dejar de oponernos a las obviedades del presente, para así superarlas y crecer aliviando y transformando el sufrimiento. Nos aceptan y nos ayudar a aceptarnos de forma espontánea a nosotres mismes y, de paso a los que nos rodean.

Y además, añado un listado de beneficios:

Beneficios físicos: mejorar destrezas motoras, habilidades con sillas de ruedas, disminuir tensión arterial y presión sanguínea, así como fortalecimiento muscular.

Beneficios psíquicos: incrementar interacción verbal y capacidad cognitiva, aumentar atención, confianza, empatía (es más fácil sentir empatía por un animal que por una persona) y fuerza; incrementar autoestima, reducir ansiedad y sentimiento de soledad, catalizador de espontaneidad, juego e ilusión.

Beneficios educativos: incrementar vocabulario, trabajar la memoria, aportar conocimientos de conceptos tales como: color, tamaño, forma…

Beneficios emocionales: Aumentar deseo de involucrarse en una actividad, desarrollar la interacción, incrementar deseo de ejercitarse, activa el placer.

Estimula los sentidos: existe una correlación directa entre el contacto físico y la salud. A muchas personas les desagrada el contacto con otra persona y sin embargo les satisface el contacto peludo. Para estas personas se comienza a generar un mundo de contacto físico positivo y apropiado.

Relación con uno mismo: los individuos con baja autoestima o enfermedades mentales tienden a centrarse en sí mismos o en si mismas. Los perros y las perras ayudan a salirse de uno mismo o una misma y centrar la atención en el entorno. A la vez permiten la conexión personal.

Relación con la terapeuta o el terapeuta: Los animales abren un cauce de comunicación emocional seguro entre el terapeuta y el cliente; e igualmente a las sesiones de terapia. Rompen con la resistencia del cliente y estos proyectarán sobre ellos y sobre ellas sus emociones y experiencias.

Aceptación: el cliente se verá confrontado sin juicio. Los animales tienen la particularidad de aceptar a las personas tal cual son, sin calificarlas, sin ver como luce esa persona o que dice.

Sociabilización: La presencia de un animal aumenta la sociabilidad de les clientes de tres maneras: entre clientes, de cliente con equipo de trabajo y entre clientes, equipo de trabajo y familiares. Cuando están presentes las personas se vuelven más sociables y se muestran más alegres y receptivos, disminuye la ansiedad y el estrés, mejora el estado de ánimo e incluso pueden dejar a un lado el sufrimiento y el dolor e incluso la enfermedad.

Transpersonal: Cuando las personas interactúan con animales sienten una sensación de unidad con la vida y con la naturaleza. Algunos autores lo definen como energía de vida.

¿Aún tienes dudas de lo que aporta una perra o un perro en una sesión?

Si es así, ponte en contacto conmigo.

(Texto propio y apoyado también en el libro de Isabel Salama: «García-Rey, S. (2009). Cabalgando en el viento. La ciencia-arte de la psicoterapia asistida con animales y naturaleza (1ª ed.). Barcelona, España. Ediciones Luciérnaga).

Autora: Marian Orellana

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