Stop a la violencia – Por un 2024 respetuoso
Esta es la imagen de una perra asustada en las pasadas navidades. Asustada por unos petardos insistentes y habituales durante toda la Navidad. Un entretenimiento que daña y que enseñamos a nuestras criaturas que es divertido. Es divertido, aunque para algunas sea molesto, e incluso una causa de trauma. A mí me molesta y mi corazón salta cada vez que escucho uno, no es solo que mi perra entre en pánico y se paralice. Tengo suerte de que la reactividad de su sistema nervioso la lleva a la parálisis y no a la huida, como en caso de otras y de otros, que echan a correr sin posibilidad de cogerles o de cogerlas aún a riesgo de pérdida.
Parece ser que no pasa nada con esto, porque para esta sociedad “yo soy una exagerada y ella solo una perra”. Sin embargo, el miedo de estos animales es tan grande que les causa ansiedad, taquicardia y en ocasiones incluso la muerte por infarto.
¿Qué le pasa a nuestro entorno social que tenemos que divertirnos haciendo daño e infravalorando dicho daño?
Mi perra es medicada durante las semanas navideñas porque es imposible encontrar un sitio donde no se escuchen, y es difícil encontrar momentos del día en los que no suenen. E incluso en ocasiones no son sólo petardos, son bengalas o cohetes. No tenemos limite. No nos basta con un rato de celebración tras las campanadas o con unos fuegos artificiales en momentos puntuales, tiene que ser constante, en todo momento y en todos lados. Mientras impotentes sostenemos el malestar, y hay que medicarse.
A los perros y las perras sensibles a los ruidos no se les permitirá durante unas semanas festivas llevar una vida normal: puede ser que no se les pueda sacar a la calle, puede ser que no coman o que ladren en exceso. Y esto último sí que molesta, y es penalizado. El pánico y la reactividad de la víctima será castigado. La victima es molesta.
El sistema nervioso de los canes actúa en forma de huida o de parálisis en una escena traumática. Estudios recientes demuestran que el comportamiento de los canes al miedo es muy similar al de los humanos, ya que ambas especies tenemos una estructura cerebral y un sistema nervioso parecido. La diferencia es que su sistema límbico es de mayor tamaño y por tanto lo tienen más desarrollado y son más sensibles a ello. En ocasiones también puede ser que se recuperen más fácilmente que los humanos de algo que les ha resultado traumático, porque tienen recursos naturales para una mayor recuperación organísmica. Pero a veces no es así, y como en el caso de los humanos, quedan marcados y marcadas por ello, o es algo que tendrán que trabajar terapéuticamente.
Cuando a los canes se les expone a un estresor durante un largo plazo de tiempo podemos generar un trauma. Cada vez que suene un petardo aislado, para un humano imperceptible, en semanas o meses posteriores, volverán a revivir dicha escena y volveremos a revictimizarles. Otra vez hablamos de algo que compartimos los humanos con los canes, nuestra tendencia a volver a la escena del trauma cuando no hemos trabajado sobre ella, y nuestro riesgo a ser revictimizadas o revictimizados por falta de consciencia también de nuestros congéneres.
Hablamos de las perras como podríamos hablar de las personas, que por diversión o por aceptación general, nos vemos obligadas y obligados a aceptar que, unos agredan gratuitamente a otras personas infravalorando su daño y que no pasa nada. Esto ocurre constantemente en las redes, a través de pintadas, en el coche mientras conducimos, aguantando que alguien orine en la puerta de tu portal en una noche de fiesta, o personas que disfrutan tirando latas y botellas en los parques y en las playas. No pasa nada con esto tampoco.
Y entramos en unas semanas de fiestas familiares varias, que son dañinas para muchos y para muchas. Repitiéndose una y otra vez las mismas situaciones, año tras año, en las que se sintieron invadidos o invadidas, excluidos o excluidas, no tenidos o tenidas en cuenta, ridiculizados o ridiculizadas, agredidas o agredidos… Pero es la “celebración navideña” ¡y es “la tradición”! y va de la mano de mensajes como: “esto es lo que hay”, “es una broma, ya sabes cómo es”, “todo te molesta” o “hija, como te pones y no es para tanto”. Eso en el caso de que la situación pueda ser confrontada, y no sean casos en los que el silencio o la parálisis sea la reacción en la que lo manifiesta la persona.
¿Cuántas de estas víctimas de dichas agresiones se tienen que medicar porque no encuentran ninguna forma de eliminar estos elementos estresores? Impotentes ante ello, porque esta sociedad cuenta que “es normal que se hable mal en las redes, en el coche o en las cenas navideñas”, o eres “una amargada porque te quejas y no sabes disfrutar”.
Agredimos a las personas, a los animales y a nuestro entorno.
No, no disfruto con la pirotecnia, ni viendo playas sucias o llamando la atención a quien orina en mi puerta. Me molesta y me enfada. Y sin hacer todo eso, he disfrutado de la Navidad cada año.
No infravaloremos el sufrimiento ajeno.
No es una fiesta si no disfrutamos todes.
Pongamos consciencia a nuestro entorno, escuchándolo, viéndolo y respetándolo.
Aprendamos a divertirnos sin dañar a nadie.
¡Felices Fiestas!
Autora: Marian Orellana