Reflexiones compartidas sobre feminismos
Hace una semana asistí al EIF que organizaba el Ministerio de Igualdad. Y pude participar en un par de mesas, disfrutando del aprendizaje compartido.
Aprovecho para reflexionar sobre ello en este articulín.
En torno a la mesa de Masculinidades se fue construyendo el relato como hilo conductor.
Estamos en la época del relato- decían, efectivamente de la construcción de la masculinidad a través de los deseos y expectativas. Porque, por supuesto, ser deseadas, deseados y deseades también nos construye.
Y esto recae en la responsabilidad individual y colectiva: ¿cómo se construye el deseo?, ¿qué tipo de hombre deseamos?, ¿qué mujer deseamos? Y cómo cambia la historia estar en el centro de las miradas o vivir en los márgenes o en la invisibilidad. Y es que este es el asunto, que nosotras hemos ido avanzando en la construcción de otras formas de ser mujer, avanzando en lo no binario, en lo queer… y haciéndolo deseable. Mientras que siguen siendo omitidas, invisibilizadas y marginalizadas otras formas de masculinidad del mundo político y del universo no tan universal.
En esta misma mesa hablaban de medidores de las horas empleadas en el hogar y en los cuidados, 250 minutos invertidos las mujeres mientras que los hombres, en el último año, había subido de 40 a 51 minutos.
Y se ejemplificaba como en la pandemia los hombres pudieron escribir artículos, reflexionar, leer y avanzar en su carrera profesional, como los colaboradores masculinos de la complu investigaron y prosperaron académicamente. Y como refleja la carga y la responsabilidad afectiva, de cuidados y de trabajo del hogar recayendo de nuevo en las mujeres.
Y desde el humor se hacía slogan la frase: “Politizar los baños”, para que dentro de cada hombre nazca esta necesidad sin ser mandado.
Entonces estos hombres presentes en la mesa se cuestionaban que es verdaderamente un compromiso con el feminismo.
Porque desde hace años, desde los feminismos reivindicamos que no es necesaria la figura del “aliado feminista” en ese lugar donde te aplauden, ni siendo la cara visible de una manifestación. Es útil y necesario, un verdadero acto de compromiso, serlo en lugares cishetero de socialización, donde romper el pacto patriarcal es traicionar con el riesgo a la soledad, sin pertenencia.
Ser feminista en esos lugares donde la mujer no accede, donde no es autoridad porque no es “autorizada a…”, en esos lugares normativos de complicidad patriarcal. Aquí es donde reside la importancia de interpelarse entre hombres.
Para romper los patrones androcéntricos se nombraba la disidencia de la masculinidad normativa, el ceder los privilegios y el ver y leer sobre las construcciones feministas, como principales fuentes con dicho compromiso.
Y yo me pregunto ¿quien cede voluntariamente la comodidad, el poder, el bienestar…? ¿quien lo ve y no mira hacía otro lado de manera espontánea? Porque ya conocemos que no son les opresores quienes quieren liberar a les oprimides.
Beatriz Ranea decía que efectivamente los privilegios no se dejan por voluntad propia y que suerte tenían los hombres de que no seamos violentas. Y de que el feminismo tenga un compromiso con la paz.
Se ejemplificaba con el caso del voto masivo masculino a Trump, el cual prometía con su estampa, su discurso y su actitud un regreso a atesorar los privilegios de los hombres.
¿Cómo darle la vuelta a esto?- se preguntaba Roy Galán. “Entender que la estrategía es hacerles ver a los hombres que ellos también ganan con el feminismo. Un hombre libre, es un hombre feliz. Y si hay más hombres felices en el mundo este será menos violento”-decía.
Recorrimos diversas edades en lo que a la masculinidad se refiere y los jóvenes viven una crisis. Desde mi punto de vista toda crisis es una puerta al cambio, una grieta en la coraza, una fisura por la que entra la luz pero es cierto que la desorientación, al principio, conduce a la rabia.
¿Cómo transformar esa rabia, ese malestar, esa ansiedad en un impulso hacía el cambio? ¿cómo explicarles que en realidad no son felices con estos modelos y referentes actuales?
Para mi tiene que ver más con desmontar la socialización desde la estructura de poder transversal asentada en el género que da lugar a violencias. Algunas claramente visibles, demoledoras: feminicidio, transfeminicidio… y a la par un abanico de conductas invisibilizadas, como los cuidados que vienen nombrandose en esta última hora de debate. Me gustó mucho como Luciano Fabbri reflejaba esta idea que para mi hay que dinamitar de la masculinidad como dispositivo de poder, donde se socializa pensando que las mujeres, nuestro tiempo, nuestros cuerpos, nuestros cuidados, nuestra potencia… están a disposición del hombre.
Luciano explica que hay 2 mecanismos defensivos principales para mantener las estructuras de poder. El primero: la negación del patriarcado. Bien conocida por todas. Y el segundo mecanismo: la defensa elusiva. En este caso si se reconoce el patriarcado, la desigualdad de género, la violencia machista… pero “los violentos son los otros”, “los machistas son los otros”. Decía: “son los malos los que ejercen violencia en la noche, en las calles oscuras pero no nosotros hombres de bien a la luz del día”.
Y resaltaba esta idea de que el opresor no promoverá el cambio hablando de que “la fe en la renuncia individual del privilegio es absurda si no hay algo colectivo que obligue a los varones a ceder lo que nunca fue nuestro”. “Trabajar que nos interpelen sin ser defensivos, ofensivos y elusivos. Aceptar la incomodidad. Dejar que los discursos nos resuenen”.
Hablaba del compromiso afectivo, “hemos recibido un lugar en el mundo y salir de ahí es doloroso y desgarrador pero hay que atravesar para que sea liberador. Si el patriarcado se va a caer, dejar de sostenerlo nosotros”
Y entonces entramos en esta paradoja donde todas tenemos amigas agredidas pero no tenemos amigos agresores. Las cifras no encajan.
Me gustó escuchar a los hombres de esa mesa reconocer que los hombres no hablan de las violencia que ejercen, decían: “como mucho en forma de defensa cuando nos agreden, del tipo… nosotros también recibimos porque…”
Desde el acompañamiento terapéutico, para mi es imprescindible acompañar en el ver y tomar conciencia de nuestros introyectos y proyecciones sobre los que nos hemos constituido. Cómo dañamos desde estos lugares, tomar conciencia y responsabilidad. Con el patriarcado es lo mismo. Consiste en identificar los mandatos y las construcciones de género; ver y escuchar las heridas en las otras, en los otres… en los abyectos.
Beatriz hablaba de explicitar tales privilegios: “Las habitaciones propias de los hombres para trabajar y el relegado mundo de los cuidados para las mujeres”.
Y me gustó mucho la claridad para hablar de la expropiación de la sexualidad de las mujeres. Y que, de las primeras y más importantes reivindicaciones del feminismo de los 70, fue dejar de ser objeto para ser sujetas de deseo.
Beatriz volvía hablar de “Rambo” como modelo de masculinidad, ya que en una era de incertidumbre, las certezas de este referente calman. La masculinidad normativa da certezas y se siente agredida con los avances del feminismo.
Es como la prostitución. Esta es una gran certeza, ahí follaré, me sentiré deseado, me darán placer… con una igual no tengo certeza. Es más, a veces tengo la certeza de que lo que deseo no me lo darán porque no estoy tratando a la persona de enfrente como una persona, por tanto como sujeta de deseo, solo quiero someterla a mi propio deseo, a mi satisfacción. La prostitución al final es una mujer performativa a disposición de los hombres. Por eso es importante cuestionar y problematizar la masculinidad prostituyente desde este rol dominante.
Contaba Nacho M. Segarra una anécdota sobre la soledad de los padres criantes frente a lo comunitario de las mujeres en la crianza. “Una amiga me dijo, claro, las mujeres siempre hemos necesitado esas redes para sobrevivir y tu eres un señor” Y entonces él se planteaba que no era tanto dar respuestas como cambiar las preguntas, cambiar la perspectiva desde la que se estaba preguntando.
Y Luciano añadía, que hay un matiz importante. Él se dedica en Santa Fé, a las “rondas de varones” donde no solo se habla de malestares de hombres sino se le da la importancia al carácter relacional. La socialización desde los privilegios. La reflexión de como se siguen construyendo relaciones sociales, personales, comunitarias y hacer esa revisión desde la mirada feminista.
Beatriz Ranea dice que quizá sea momento de poner el cuerpo, como lo hemos puesto nosotras, y nos recordaba una frase de la inauguración del encuentro de Gabriela Cerruti: “llevamos en nosotras las memorias del futuro”. Porque efectivamente somos semillas y terminaba la mesa de masculinidades con Beatriz parafraseando a Buenaventura Durruti, las feministas llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones y para que crezca necesitamos más hombres conscientes que se impliquen.
Continué la jornada con la mesa de “La revolución feminista de los Cuidados”, donde dichos cuidados están en tela de juicio por el capitalismo.
Disfruté escuchando a Carolina Elías, presidenta de SEDOAC. “Mi trabajo es importante y tengo derecho a tener derechos” y 76 millones de personas, dedicadas a los cuidados y al hogar tienen ese mismo derecho. Porque es una locura pero desde luego muy rentable para el patriarcado y el capitalismo, que un trabajo tan importante quede invisibilizado.
La huelga de cuidados del 8M de 2022 puso encima de la mesa esta crisis de cuidados, esta sobrecarga sin coste económico en las espaldas de las mujeres. Y no hay duda de que lo que toca es poner los cuidados en el centro, luchar por una política pública de cuidados, por la garantía y el acceso a ellos, por la justicia social desde la lucha interseccional.
Y es que gran parte de los bienes y servicios se producen por trabajo no remunerado de las mujeres. Esto es lo que interesa ocultar y mantener. Y sin embargo en la meta 5.4* de la ONU ya se pide sustituir tales cuidados no remunerados por servicios públicos.
*Meta 5.4. Reconocer y valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados mediante servicios públicos, infraestructuras y políticas de protección
¿Cuántas personas dejan de trabajar en España por cuidar? Begoña San José nos hablaba de 3 millones de mujeres frente a 400.000 hombres. Y nos confirmaba que el indicador de tiempo de cuidado diario no se estaba actualizando desde 2012. Además, las personas que cuidan se registran como inactivas, en cuanto a la productividad se refiere.
El cuidar se hace por amor pero conlleva un abandono de la autonomía económica de la persona cuidante y relegar su salud, su tiempo y a sí misma a un segundo plano. De esto se sirve el patriarcado y el capitalismo para sobrevivir.
Hay 7 millones de niñes y 3 millones de personas que no se valen por sí mismas. ¿Quién cuida de estos 10 millones? Es importante aclarar que tener niñes en casa es un factor de pobreza puesto que se cuida y no se produce y aun mayor riesgo si la familia es monomarental.
En la actualidad hay 4.100.000 empleos dedicados a los cuidados repartidos entre sanidad, educación y empleo del hogar. Y en lugar de ir aumentando están disminuyendo, agravándose esto con la pandemia, la guerra y el discurso del odio y de la competitividad, nos aclaraba Begoña San José.
Mª Ángeles Durán nos pudo hablar de economía con corazón y de lo difícil que es poder estudiar lo que no tiene precio, como el trabajo no remunerado de los cuidados y del hogar. Pagar a las personas que cuidan, según nos explica, conlleva crear 28 millones de empleos, es decir, subir los puestos de cuidados un 70% ¿de donde saldría el dinero para esto? Este es el reto que nos plantea a nivel económico.
Mientras, aportó un concepto clave: CUIDATORIADO. El cual describió como una clase social emergente compuesta por quienes cuidan Una parte asalariada (con 1.080 euros del salario mínimo) y el resto mujeres no asalariadas cuyo contrato es ancestral y expropia su fuerza de trabajo convirtiendo a las mujeres en esclavas por amor.
Y ¿cómo se reflejan estos cuidados si además de este trabajo no remunerado tienes uno que sí lo es?
Al padre-trabajador se le penaliza si necesita horas de su trabajo para la conciliación por ejemplo recoger a su hije del cole que está enferma. Influyendo en la dificultad de promocionar laboralmente si esto es reiterativo. Cosa que sucede, bien sabido por todas, en la crianza. Por tanto para las mujeres esta idea de promoción siendo madres es una quimera o verdaderamente, una realidad imposible ya aceptada. Dado que los cuidados no están equilibrados y nos hablaban de cifras europeas de 40% mujeres y 21% hombres de sus jornadas diarias empleadas en cuidados.
La vida profesional no debería restar a la vida personal, a poder tener ocio, criar, pasar tiempo con la familia y amigues. La conciliación laboral se hace imprescindible. Y la responsabilidad de los cuidados debe ser compartida entre mujeres y hombres, entre las personas adultas que compongan la unidad familiar y a la par los cuidados deben ser servicios públicos de acceso gratuito que permitan, por tanto, la conciliación con la vida, ya que somos más de una faceta en nuestra vida y no excluyentes entre sí.
Nadine Gasman bromeaba con algo que, tanto a mi como a mi amiga, nos pareció magistral: “somos insistencialistas”-decía. Y probablemente esto es una muy buena definición para la esencia de las feministas.
Ya que lo único que ha cambiado en la pandemia es que los hombres ven que la casa no se limpia sola, que las criaturas requieren mucho tiempo y energía. Por tanto, tenemos claro que los cuidados son un concepto político que tiene que ver con el uso del tiempo, la estructura social y la distribución del poder.
Nadine responde a Mº Ángeles y dice: “pues si hay dinero para armas tendrá que haber dinero para crear empleos de cuidados”. Y alude a la declaración de Buenos Aires que propone un cambio de sostenibilidad de la vida con construcción de sociedades de cuidados. A lo que Carolina añade con pasión: trabajo de interna, exclavitud moderna!
Nada resuelto, debate abierto, preguntas expuestas.
Sigamos construyendo un mundo más justo, un mundo más feliz.
Autora: Lorena Polo
Brutal. Gracias Lorena