ATARDECER

Acoso escolar

El bullying es algo que llevamos escuchando de manera recurrente en los últimos años con bastante insistencia. Parece que hemos tomado conciencia sobre este tipo de violencia entre la infancia y la adolescencia, pero ¿es realmente así? A menudo me encuentro con personas adultas que en su infancia o adolescencia sufrieron acoso escolar y tristemente lo nombran como cosas de niños/as. Pero es más triste escuchar en consulta a niños/as y adolescentes que a día de hoy lo padecen y en sus centros escolares nadie hace nada.

Realmente hay una mayor concienciación sobre el acoso escolar y sus consecuencias, al menos mayor de la que había cuando yo era pequeña. Recuerdo todavía quiénes eran las víctimas de ese acoso en mi colegio, las vejaciones de todo tipo a las que eran sometidos/as (insultos, vaciles, golpes, empujones, humillaciones, etc.) y la nula intervención por parte de la comunidad educativa para eliminarlo o prevenirlo. No recibí ninguna charla, ni ninguna sesión de tutoría para hablar de este asunto. Tampoco nadie tomó cartas en el asunto. Lo único que ocurría es que la persona que sufría ese acoso terminaba por irse del colegio. Siempre igual, siempre la víctima teniéndose que responsabilizar ella sola de su propia protección.

Y ahora parece que las cosas han cambiado. Existe un día internacional para la erradicación del acoso escolar, vemos campañas en los medios de comunicación, personajes famosos se hacen eco de esta lacra, se implantan programas de prevención, existe un protocolo de actuación cuando existe algún caso de acoso, pero ¿estamos consiguiendo el objetivo?

Como decía antes, estamos mejor que estábamos pero ni mucho menos hemos conseguido acabar con ella ni reducirla a niveles ínfimos. El acoso escolar ha tomado nuevas formas debido a la extensión de las tecnologías y redes sociales y las personas adultas miramos para otro lado o lo categorizamos como cosas de niños/as.

¿Cómo van a ser cosas de niños/as que en el lugar en el que pasan 6 u 8 horas reciban insultos, desprecios, se les ignore y deje fuera de grupos de trabajo? ¿Normalizaríamos las personas adultas que en nuestro lugar de trabajo se nos insultara sistemáticamente, se nos despreciara y no se nos integrase? ¿Sería tolerable que todos los días que llegáramos al trabajo nos recibieran con un “gorda/a”, “fea/o” o algo similar? ¿O que cuando la/el jefa/e formara grupos de trabajo se negaran a trabajar con uno/a? ¿Diríamos que son cosas típicas del trabajo? Obviamente no.

Y si por casualidad, se reconociera en mi puesto de trabajo que estoy sufriendo acoso laboral, ¿sería tolerable que mis superiores no hicieran nada o me invitaran a dejar el trabajo, o irme a otra oficina? ¿Qué no tomaran ninguna medida hacia las personas acosadoras? Obviamente no.

Pues esto sigue pasando a día de hoy en numerosos colegios e institutos sin que nos perturbe lo más mínimo. Tan solo nos escandalizamos cuando leemos en las noticias que alguna de estas víctimas se quitan la vida. Y es que ¿quién quiere vivir así todos los días de su vida? ¿Qué opción le queda si quien le tiene que defender y proteger no lo hace?

A raíz de esta problemática y para poder abordarla en consulta privada tanto con adultos/as como con niños/as y adolescentes escribí el cuento “Vueltas” en el que se narra la historia de Pablo. Son dos cuentos en uno. El primer cuento nos adentra en la realidad del acoso escolar y comprobamos la forma que, por desgracia, resulta ser la más habitual a la hora de abordar el problema por parte del entorno cercano de quien lo padece. En ese sentido, las estrategias de respuesta suelen conllevar la invisibilización y minimización de lo que está ocurriendo, cargando la responsabilidad sobre quienes sufren este tipo de violencia, sea del tipo que sea, y haciéndoles creer que hay algo en él/ella que lo justifica. Este abordaje genera graves secuelas psicológicas a las personas afectadas y así lo refleja la experiencia vivida por el protagonista de esta historia.

Pero hay otra historia posible… Si le damos la vuelta al libro encontramos el mismo cuento, pero con un desarrollo y desenlace muy distintos. En esta ocasión se atiende el acoso escolar con la importancia y gravedad que merece, alejándose de interpretaciones que califican el bullying como “cosas de niños/as” o de aquellas que trasladan a las y los menores la responsabilidad de solucionar estas situaciones. Esta otra cara nombra a las cosas por su nombre y plantea la cuestión como lo que es, violencia, al mismo tiempo que nos enseña cómo debería ser su abordaje tanto por parte de los centros como por parte de las familias. De esa manera, esta otra cara de la historia refleja de manera sencilla una forma de intervención sanadora y reparadora en unos términos que el alumnado comprenderá desde las primeras etapas formativas; una respuesta que implica sacar a la luz la verdad de lo que está ocurriendo, articular fórmulas que desactiven las prácticas de acoso y promover mecanismos que reparen el daño causado y eviten la repetición de los hechos.

Ojalá no miremos para otro lado ante esta realidad y podamos erradicar el acoso escolar de las aulas. Esta labor es tarea de todas. ¿Te sumas?

 

Autora: Elena Vicent Valverde

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