LA ANSIEDAD, LA ENFERMEDAD DE NUESTRO TIEMPO
La ansiedad es una dolencia muy común en estos momentos históricos, yo diría que el síntoma que con más frecuencia empuja a las personas a terapia. De hecho, según las estadísticas entre 1990 y 2013 las personas que padecen ansiedad han aumentado cerca de un 40% en todo el mundo, llegando a alcanzar un 10% de la población. Y más concretamente y cercano tenemos el dato de España, que es líder en el consumo de ansiolíticos.
Ante estas cifras no es extraño que muchxs nos hagamos la pregunta sobre qué factores sociales pueden estar interviniendo en esta problemática de saludmental. Y son bien fáciles de reconocer:
- Exceso de estimulación: continuamente conectadxs con estímulos tecnológicos (sonidos, luces, notificaciones, ver contenidos nuevos moviendo el pulgar, etc) nuestro cerebro tiene ya activado un sistema de recompensa, al igual que ocurre con cualquier otro mecanismo adictivo, que hace que “queramos más”, que el reposo sea incómodo y nos cueste el simple acto de parar en nosotrxs mismxs si no es a la hora de acostarnos
- Inmediatez: podemos conseguir recursos, fuentes de ocio, información, comunicación, de manera inmediata y esto nos hace más sensibles a la frustración, la cual es parte de la vida
- Rapidez: en los países del primer mundo, sobre todo en los núcleos más urbanizados, el ritmo de vida es muchas veces frenético, lo que hace que siempre estemos más pendientes de lo siguiente que va a pasar que conectados con el momento presente. Esto predispone a nuestro sistema nervioso a estar en alerta
- La autorrealización como arma de doble filo: nos solemos alejar de buscar la realización personal en una vida sencilla, desarrollando vidas sofisticadas donde volcamos muchas expectativas vitales. Esto nos da muchas alegrías pero también y sobre todo culpabilidad y frustración cuando no llegamos a estas expectativas
- La felicidad como producto de consumo: en coherencia con la sociedad de consumo, buscamos esta felicidad como un estado permanente que está en nuestra mano tener o no tener, rechazando muchas veces ese otro lado que nos hace humanos y que no podemos desterrar, el dolor y el sufrimiento.
Sin embargo, estas características de las sociedades en las que vivimos una gran parte del planeta, potencian la aparición y la intensificación de la ansiedad pero no explica su origen. En contextos terapéuticos sabemos que esta dolencia es un síntoma que, como el resto de síntomas, es desarrollado por la persona que lo padece para ser escuchado, para alertar de que hay algo que la persona necesita y no se da cuenta de ello. La ansiedad se podría ver así como una aliada que nos recuerda que algo no va bien, que hay algo dentro de unx mismx de lo que nos tenemos que ocupar.
Como se ha comentado, la forma de vida de nuestra sociedad actual no ayuda a que podamos parar a “escucharnos” cuando la ansiedad aparece, nos es muy difícil conectarnos hacia adentro y sentirnos, mirar hacia lo que realmente nos está pasando en lo más profundo de lo que somos.
Como sujetos conscientes de esta sociedad nos toca así acudir, crear, reivindicar, okupar… espacios y prácticas donde se pueda dar lo sencillo, la conexión con el presente, con lo natural , con las necesidades reales y no tanto con las creadas… Practicar yoga, meditar, pedir acompañamiento en momentos difíciles, aprender a respirar, hacer acuerdos con unx mismx para apagar el móvil en algún momento del día….
Son prácticas que ayudan a no alcanzar ese exceso de intensidad en la ansiedad tan común en la sociedad actual, que lleva muchas veces a la persona a recurrir a tomar medicación. Medicación que, a no ser en casos realmente graves, lo que hace es tapar su verdadero origen y perpetuarla en el tiempo mientras no es realmente escuchada y atendida.
Autora: Susana Narbona