
Visibilizando la realidad de las familias monomarentales: desafíos, luchas y la importancia del apoyo social.
El otro día, hablando con una amiga que es madre monomarental, me di cuenta de lo poco consciente que soy de las dificultades que viven este tipo de familias. Ella forma parte de la Asociación de Madres Solteras por Elección y me contó que la mayoría de sus compañeras acuden a psicoterapia para sobrellevar el desgaste emocional, la soledad y la discriminación que viven desde que decidieron ser madres solteras por elección.
Esa conversación me llevó a pensar en una realidad muy cercana, pero poco atendida, casi siempre ignorada o mal comprendida: la de las familias monomarentales. Una realidad que existe, crece y merece ser visibilizada en toda su complejidad.
¿Quiénes son las familias monomarentales?
Hoy, el 80,41% de las familias #monoparentales/ monomarentales están encabezadas por mujeres. Este dato no es casualidad, sino el reflejo de un contexto social donde muchas mujeres, por elección o por circunstancias, asumen solas la crianza y el cuidado de sus hijxs.
Estas madres y padres enfrentan los mismos desafíos que cualquier otra persona que cría, pero con una carga extra: la discriminación por su género y/o por no responder al modelo familiar tradicional. Y todo esto, la mayoría de las veces sin red.
El peso de la crianza, multiplicado
Yo también soy madre, y sé lo que implica cuidar, sostener, estar siempre disponible emocional y físicamente. Pero en mi caso, comparto gran parte de la crianza con el padre de mi hija. Puedo permitirme estar enferma, salir una noche, o incluso perder el trabajo sin que toda mi vida se desmorone de verdad.
Pero, qué pasa con quienes crían solas? ¿Quién las cubre cuando no pueden más? ¿Quién las acompaña cuando necesitan un respiro?
Pensar en esto es un acto de empatía, pero también de justicia social. El modelo de familia tradicional se ha quedado obsoleto y todxs tenemos responsabilidad en acompañar y ayudar a avanzar a quienes no encajan en él.
Barreras invisibles, derechos negados
Las dificultades que enfrentan estas familias van más allá de lo emocional. Son también administrativas, legales y estructurales. Por ejemplo:
• Muchos formularios escolares no contemplan la opción de “familia monoparental”, lo que impide el acceso a becas comedor.
• En casos de hospitalización, el tiempo de acompañamiento para el/la menor se reduce a la mitad al haber un solo progenitor.
• Durante el postparto, los bebés de familias biparentales pueden estar cubiertos 24 horas durante ocho meses (sumando ambos permisos), mientras que los de familias monomarentales solo tienen cuatro meses de cuidados a tiempo completo.
Esto es una discriminación clara y, sin embargo, sigue siendo invisible para la mayoría de la sociedad.
La exclusión también es social
Además de los derechos negados, existe una exclusión más sutil, pero igual de poderosa: la social. Vivimos rodeados de ocio, publicidad y dinámicas pensadas exclusivamente para familias “normativas”: mamá, papá, hijxs.
Actividades, vacaciones, cenas, incluso grupos de crianza tienden a organizarse en torno a ese formato. Las familias monomarentales, en muchos casos, quedan fuera. Y esa exclusión constante, aunque no siempre intencionada, deja huella en las madres y en sus hijxs.
La lucha por la visibilidad
A pesar de todos estos desafíos, las familias monomarentales no se han quedado quietas. Desde hace años, sus asociaciones han trabajado incansablemente para lograr cambios reales. Y justo este año han dado un paso importante: sus demandas han llegado al Congreso de los Diputados.
Entre las medidas que se están debatiendo se encuentran:
• La equiparación de permisos de maternidad y lactancia.
• La inclusión de la categoría “familia monoparental” en formularios oficiales.
• Políticas públicas que contemplen la diversidad familiar en áreas como infancia y conciliación.
Un avance necesario, urgente y esperanzador.
¿Y nosotrxs, qué podemos hacer?
Más allá de las leyes, el cambio también empieza por nosotrxs. Podemos actuar en lo cotidiano: ofrecer nuestra escucha, incluir a estas madres o padres en nuestros planes, ayudar con pequeñas tareas (recoger a su hijx del cole, quedarse con él/ella un rato), o simplemente estar presentes cuando se sienten desbordadas.
Visibilizar no es solo hablar de estas familias. Es verlas, reconocerlas, y construir entornos más empáticos y accesibles para todxs.
Porque una sociedad justa no se mide solo por lo que dice su legislación, sino por cómo cuida a todas las personas que la conforman.
¿Conoces a alguien que críe en solitario? ¿Has notado estas desigualdades?
Te invito a compartir este texto, abrir conversación y seguir sumando miradas.
Autora: Susana Narbona